27 noviembre 2013



Me ha costado más de diez años empatizar con mi madre en el momento en el que le dijeron vamos a ingresar a su hija. Ideas angustiosas que se solidificaron en la garganta, en el esófago y en el estómago. Con una puerta del coche hundida (todo el mundo se le quedó reducido al qué) fue capaz de llevarme a casa. Era viernes. El lunes había que volver.

Ayer volví y entendí a mi madre. Culpa de mi padre que se retrasó, empecé a pasearme por frente de todas las consultas, por los pasillos de la planta tercera, desde neurología a dermatología. Estaban casi todas. Y a mi me ha tocado una, la del medio en el pasillo opuesto a los ascensores. Podría haber sido cualquiera. Por eso tu angustia mamá, cualquiera es un número demasiado grande y con distancias demasiado altas. 

Estoy enferma, pensé delante de mi consulta, pero estoy jodidamente viva.

1 comentario :

  1. Supongo que a pesar de todo lo malo, de todos los nervios, de toda la preocupación, hay que seguir con una sonrisa en la cara. Porque mientras duele es cuando estamos vivos, y hay que aprovechar cada segundo.

    Espero que no sea nada grave.

    Un besito

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