25 diciembre 2013

A 120km/h piensa el tiempo que hacía que no tragaba su semen. En este hemisferio los días son cortos. La luz de los coches la ciegan y ella sólo puede sonreirle a los de color rojo. La luz le fija los límites y ella revela recuerdos en rojo.

Está perdida a 120km/h. Siempre se había pensado realista, por su responsabilidad hacia lo ajeno y lo propio y por su enfermedad. Pero no lo es. No sabe que es la muerte, ni el hambre, ni el dinero, ni la desgracia, ni la injusticia. Ella sólo conoce la autodestrucción, el amor que nace de la admiración absoluta y la facilidad en la que un estómago se llena de distancia. Ella se enamora de sus propios fantasmas. Es toda humo aunque le pesen las articulaciones como a nadie de 21 años. Se habla de la necesidad de hablar, de encontrar y de precipitar en otros.

Está quieta. Piensa que deben de sentir las gaviotas cuando vuelan bajo la lluvia. Le gusta que las fachadas de los edificios se empapen de humedad y jueguen así a formar un todo con el paisaje. ¿Quién debería entenderla? ¿Quién debería leerla? 

Ella no se cree feliz.

Ella sabe que la mejor autopsia se hace con palabras.


"Pero nos imaginamos el porvenir como un reflejo del presente proyectado en un espacio vacío, mientras que es el resultado a menudo muy próximo de causas que en su mayor parte se nos escapan." La prisionera

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