Después de acostarme con él siempre me sudaban las rodillas.
Le gustaba hacerlo de pie y yo solía apoyar las manos sobre ellas para no
dejar caer toda mi debilidad al suelo. Las rodillas se me enrojecían. También
le gustaba hacerlo a cuatro patas frente a cualquier espejo. Mientras yo me
sentía fija en un punto, él los recorría todos con sus ojos. En ese momento lo veía tan por
encima de mí, tan imposible. Y todo el rojo en las rodillas. Era
rojo amor. Más intenso que el de los labios pero menos duradero. Él se dormía después y yo cazaba con mis manos blancas al amor,
apretando con fuerza las rodillas, para que no se fuera.
Perfecta!
ResponderEliminarTodos los días te visito :P
Pues yo quiero visitarte a ti o invitarte a café o té o cerveza cuando vengas. Soy de Murcia, ¿te pillo lejos?
EliminarPues ahora estoy en Madrid pero bajo a Cartagena (Portus) en Murcia para escalar a veces. Me encantará verte :)
EliminarLo mismo digo :D
Eliminar¿Es tuya la foto?
ResponderEliminarMe he enamorado.
Del texto también:)
Si, todas las fotografías de mi blog son mías. De hecho esa es un autoretrato. Me alegra mucho que te guste.
EliminarTú vuelas. Eres de altura y de vértigo. Como siempre, cogería carrerilla para saltar.
ResponderEliminarEres costumbre y eso es una sensación que me encanta. Escribo pero también soy persona. Lo que necesites Clara. Gracias por el apoyo!
Eliminarfua.. me ha encantado, texto y foto. Genial!
ResponderEliminarMuchas gracias ! :D
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