27 abril 2014


Después de acostarme con él siempre me sudaban las rodillas. Le gustaba hacerlo de pie y yo solía apoyar las manos sobre ellas para no dejar caer toda mi debilidad al suelo. Las rodillas se me enrojecían. También le gustaba hacerlo a cuatro patas frente a cualquier espejo. Mientras yo me sentía fija en un punto, él los recorría todos con sus ojos. En ese momento lo veía tan por encima de mí, tan imposible. Y todo el rojo en las rodillas. Era rojo amor. Más intenso que el de los labios pero menos duradero. Él se dormía después y yo cazaba con mis manos blancas al amor, apretando con fuerza las rodillas, para que no se fuera. 

10 comentarios :

  1. Perfecta!
    Todos los días te visito :P

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    1. Pues yo quiero visitarte a ti o invitarte a café o té o cerveza cuando vengas. Soy de Murcia, ¿te pillo lejos?

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    2. Pues ahora estoy en Madrid pero bajo a Cartagena (Portus) en Murcia para escalar a veces. Me encantará verte :)

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  2. ¿Es tuya la foto?
    Me he enamorado.
    Del texto también:)

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    1. Si, todas las fotografías de mi blog son mías. De hecho esa es un autoretrato. Me alegra mucho que te guste.

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  3. Tú vuelas. Eres de altura y de vértigo. Como siempre, cogería carrerilla para saltar.

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    1. Eres costumbre y eso es una sensación que me encanta. Escribo pero también soy persona. Lo que necesites Clara. Gracias por el apoyo!

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